"El Día de las Candelas"
El 7 de diciembre, en la víspera de la Inmaculada, se celebra en Zufre desde tiempo inmemorial El Día de las Candelas. Los niños recorren las calles con los abalorios y los mayores se reúnen en torno a candelas para cenar en las barbacoas tostadas con aceite, sardinas y chorizos. La fiesta central se celebra en la Plaza de la Iglesia alrededor de las nueve de la noche.
Día de las Candelas del año 2007. zufreños y visitantes se reúnen en torno a la candela central de la Plaza de la Iglesia para tostar el pan.
A primeros de diciembre, el fuego purificador tiene su inexcusable cita en las calles de Zufre. Fuego que se lleva nuestras iras, nuestras envidias y desconfianzas. Se trata de un antiguo ritual que se mantiene a duras penas en el ánimo de los zufreños que poco a poco van dejando de lado mucho de su acervo cultural, adquiriendo, sin embargo y sin ambages, nuevos y extranjerizados "ritos" que nos "acercan" a la normalidad.
Día de las Candelas del año 2007. Diego Velázquez y Lala en la Plaza de la Iglesia con la típica antorcha que se elabora para el festejo.
Prometeo robó el fuego del Olimpo y lo ofreció a los hombres. A Zeus no le gustó nada ese regalo y castigó a Prometeo encadenándole a una roca, donde un águila le roía el hígado. Por la noche, el hígado le volvía a crecer, con lo que el águila tenía la pitanza asegurada y Prometeo un tormento infinito.
El fuego siempre ha poseído una seducción ancestral, mítica y purificadora. La quema en la hoguera de los herejes, auspiciada por el Santo Oficio, no tenía ánimos atormentadores -en realidad, los condenados se desmayaban en seguida-, sino intenciones purificadoras. Se suponía que el fuego consumía el diablo que habría dentro, quemaba el pecado, y el alma del hereje podría así, depurada, llegar al cielo.
Día de las Candelas del año 2007. El nieto de Diego Velázquez y otros niños se aproximan hasta su antorcha para encender sus palos.
Día de las Candelas del año 2007. Lala con su nieto y su nuera.
En Kenia y Tanzania, muchas tribus primitivas están convencidas de que el fuego atrae la lluvia y, cada dos por tres, organizan hogueras, cantan alrededor del fuego... y provocan unos incendios devastadores y preocupantes. Los aztecas en América, o los parsis, que se llevaron a la India el fuego de los templos, son testimonio de que cuanto más primitivo es un pueblo mayor es la adoración que siente ante el fuego. En el Pleistoceno, por ejemplo, los seres humanos sabían conservar el fuego, pero no originarlo, lo que se convirtió en el enigma para desentrañar, porque se suponía que el grupo que lo descubriera alcanzaría mayor poder.
Zufreños disfrutando del Día de las Candelas de 2007. En el centro de la imagen, con anorak gris, Miguel Ángel Velázquez Delia.
El 7 de diciembre se viven momentos entrañables junto a los vecinos del pueblo, que acostumbran a congregarse en torno a fogatas la víspera de la Inmaculada. Allí, al calor de la lumbre, se consumen productos típicos de la gastronomía local.
En La llegada del invierno es el mejor momento para encender el fuego en las calles en forma de hogueras para conmemorar fiestas. El fuego callejero es considerado como un símbolo de unidad vecinal, es una excusa en ocasiones para preparar comidas y danzar a su alrededor.
Los abalorios zufreños son diferentes a los que se hacen en otras villas, puesto que aquí no colocan hojas, sino que usan la planta llamada gamonita, que con una estructura a base de alambres y cañas pueden alcanzar unos portes gigantescos. Por su interés, adjunto el siguiente artículo sobre la festividad del fuego en la sierra:
El fuego como elemento festivo
La llama recorre el panorama de muchos pueblos l Los Candelorios de Cumbres Mayores, otoñales, las Lumbres de Cala, las Antorchas de Santa Bárbara, son ejemplos del misterio del fuego
Actualizado 11.10.2009 - 05:01
La relación entre el fuego y el hombre es larga, siendo uno de los principales hallazgos en las etapas iniciales de la humanidad, mejorando y condicionando muchos aspectos de su vida en sociedad.
Los hombres prehistóricos vieron en el fuego un fenómeno ajeno a la realidad, indomable y terrible, que era capaz de asustar a los animales o devorar bosques enteros, lo que hizo que se convirtiera en algo mágico, procedente de los dioses, pero muy necesario de conservar para incrementar su poder. La llama generaba una sensación de misterio, de identidad en el hogar y una seducción reverencial.
Actualmente, ese poder mágico, que encandila, encanta y hechiza al hombre, sigue presente en numerosas tradiciones y fiestas de la provincia de Huelva, convirtiéndose en un signo de identidad y en un foco de atracción para muchos turistas. El fuego es mirado todavía como don divino, controlado por el hombre, como gran fuerza de purificación o como bandera de la integración humana. Pero también es el fuego un símbolo y un protector contra angustias y calamidades, un compañero fiel en la soledad.
Antropólogos como Pedro Antón Cantero exponen que las fiestas onubenses relacionadas con el fuego son difíciles de reducir a clases, aunque él se atreve a dividirlas en funcionales, simbólicas y lúdico-alegóricas. Como decimos, son numerosas las localidades onubenses donde sus vecinos han hecho del fuego el elemento fundamental de la fiesta, utilizándolo de múltiples formas, como simples luminarias, como elemento purificador, para quemar títeres, como brasero o lumbre para comer en comunidad o como elemento de juego. La mayoría de estas fiestas enmarcan su calendario en las estaciones donde es más apetecible su contacto, como son el otoño y el invierno, aunque este tipo de tradiciones se celebran en algunos de nuestros municipios, incluso, en verano.
En los meses de otoño se pueden destacar los Candelorios de San Miguel en Cumbres Mayores, las Lumbres del día de La Pilarica en Minas de Cala, las migas de Tosantos en Santa Ana la Real y todas aquellas fiestas relacionadas con la celebración del día de la Inmaculada Concepción, como Las Antorchas de Santa Bárbara de Casa, jachas de Tharsis y Zalamea la Real, Sachos de Berrocal, Rehiletes de Aracena y Linares de la Sierra, Gamonitas de Bollullos del Condado y Rociana del Condado y Abalorios de Zufre. También destacan las candelas y hogueras en Los Marines, Aracena, Alosno, Berrocal, Bollullos del Condado, Campofrío, Minas de Riotinto, Rociana del Condado, Santa Bárbara de Casa, Tharsis y Zalamea la Real. A ello debemos de sumar las candelas que arden en todos nuestros pueblos para dar calor a la Navidad, con dos vertientes, las públicas, normalmente, en las plaza del pueblo, como en Encinasola y La Nava, o las privadas en casas y cortijos, donde destacan las de los pueblos serranos y andevaleños, y últimamente las de El Rocío.
Durante el invierno, de nuevo, se llenan nuestros pueblos de fiestas relacionadas con el fuego, como las luminarias de San Antonio Abad en Trigueros y Alosno, el tostón de San Vicente en Villarrasa o la candela de San Sebastián en Villanueva de las Cruces. Durante la Candelaria se hacen grandes fogatas y tostones en Aracena, Nerva, San Juan del Puerto, Escacena del Campo, Niebla y Chucena. Luego viene el tiempo del Carnaval donde se queman figuras como peleles o judas en Cortegana, Aracena, Fuenteheridos, Puerto Moral o Zufre. No podemos olvidarnos tampoco de la quema de los corchos en Villanueva de los Castillejos, las fallas de San José en San Juan del Puerto y las candelas de Pascua de Cumbres de San Bartolomé.
En primavera podemos destacar las fiestas relacionadas con La Pascua, como las candelas de Cumbres de San Bartolomé, la quema de monigotes en Cortelazor, los toros de fuego de las fiestas de San Roque en Manzanilla, las candelas de María Auxiliadora en Pozo del Camino, los fuegos de las cruces de Villalba del Alcor y Villarrasa, el Corpus en La Palma y los toros de fuego y candelas de Arroyomolinos de León.
Muchos pudieran pensar que el verano es estación poco dada a encender lumbre. Nada más lejos de la realidad, pues en nuestra provincia tenemos numerosas fiestas, eso sí controladas para no provocar incendios, donde arde la madera tanto en pueblos como en playas. Sobresalen las de San Juan en Ayamonte, Corteconcepción, Isla Cristina, Punta Umbría, Encinasola, Fuenteheridos y El Repilado, las fallas de Bollullos del Condado, el Pirulito y la Vieja de Aljaraque y la Sanna de Santa Ana la Real.
En definitiva, la utilización del fuego es el intento del hombre de acercarse a la divinidad a través de la purificación, ideando ritos que se han transmitido de generación en generación. Nuestra tradición cristiana es un buen ejemplo de estas prácticas, claro que en la actualidad el componente religioso ha dado paso al folclórico y festivo.