El viejo centro urbano de Zufre
Estrechamente vinculado al proceso de creación y transformación del nuevo centro cívico de Sevilla se encuentra el de dos poblaciones serranas, hoy onubenses pero antaño integradas en el reino sevillano, Aracena y Zufre. Ambas desempeñaron un papel decisivo durante la época medieval en el sistema defensivo de la capital andaluza, dada su proximidad a la siempre conflictiva frontera portuguesa.
El estar administrativa y religiosamente bajo la jurisdicción de la ciudad de Sevilla conllevaba su dependencia artística, de tal manera que aquella actuó de centro y éstas de periferia. Con evidente afán mimético se procuró plasmar en ambas poblaciones el modelo sevillano, aunque reduciendo la escala y la envergadura de las obras.
De llevarlo a cabo se encargó al arquitecto Hernán Ruiz II, a quien su trabajos como maestro mayor del arzobispado hispalense obligaron a visitar y dirigir las obras de las iglesias parroquiales de dichas localidades, aprovechándose entonces su presencia para encomendarle la configuración de los respectivos centros urbanos. En ellos pudo ampliar el arquitecto sus experiencias sevillanas, especialmente las relativas a la Plaza de San Francisco.
En Zufre, las transformaciones se iniciaron con la remodelación de la parroquia de Santa María. El viejo templo medieval, del que sólo se conservó el hastial gótico-mudéjar, fue reconstruido a lo largo del siglo XVI, habiendo intervenido en las obras Hernán Ruiz II. Con su actuación se relaciona el cerramiento de la capilla mayor en 1563, la construcción de las ventanas y bóvedas de la nave, una de las cuales va fechada en 1568.
"La iglesia parroquial de la Purísima Concepción", levantada en el S. XVI sobre un anterior templo gótico-mudéjar del S. XIV, erigido, a su vez, sobre una pequeña mezquita rural. En su ejecución intervinieron los maestros José de Ribera, su hijo Bartolóme y Hernán Ruiz. La torre, de estilo barroco, fue levantada tras el terremoto de Lisboa de 1755, estando atribuido su diseño a Pedro de Silva.
Coincidiendo con estas obras, frente al templo, en el que aún se trabajaba después de fallecer el maestro, se levantó el Cabildo, habiéndose aprovechado el desnivel del terreno para disponerlo sobre un alto podio. El edificio se construyó de cantería, ofreciendo su fachada principal dos plantas porticadas.
"La inscripción dice «Veritas de térra orta est et lustitia de celo proxpexit». Cuya traducción es «Brota de la tierra la fidelidad y mira la justicia desde lo alto de los cielos». Salmo 85,12. Esta foto, de mediados del S. XX, muestra como aún no se ha rebajado el nivel alrededor de la iglesia.
La inferior, más esbelta, presenta tres arcos de mediopunto enmarcados por alfiz. En la superior se han usado arcos carpaneles, apeando sobre pilares toscanos entre los que se desarrolla una balaustrada. El alfiz se repite en una pequeña ventana bífora abierta en el piso alto de la fachada lateral. El ingreso se localiza en un extremo de la galería, estando constituido por un sencillo vano con dintel, de acusado despiece. Al parecer el edificio se estrenó en 1570, lo que hace sospechar que si bien el proyecto inicial se debía a Hernán Ruiz la ejecución material y la dirección de la obra la llevase a cabo por alguno de sus colaboradores.
A un lado del cabildo y junto a la escalera que accede a la plaza se colocó el pilar, formado por un sencillo mascarón labrado en la dura caliza de la zona, desde cuyas fauces cae el agua a una reducida taza.
"La Fuente del Concejo", en la plaza de la Iglesia, junto al Ayuntamiento, fuente marmórea renacentista de hacia 1560 con cabeza de león.
Con este elemento se completó el programa de remodelación de la plaza, en la que se dan frente los dos edificios más significativos de la villa, iglesia y ayuntamiento. Sólo la geografía impidió que el resultado de esta operación urbana fuese más drástico.
De hecho, la construcción del nuevo cabildo y el remozamiento de la iglesia parroquial determinaron que hacia ambos edificios se desplazase toda la actividad vital, configurándose a partir de entonces dicho ámbito como centro del poder civil y religioso. Así pues, en Zufre como Aracena y debido a las dimensiones de ambas localidades, se produjo una concentración de funciones, mientras en Sevilla se había producido el fenómeno contrario.
A pesar de todo, el recuerdo de la capital estuvo siempre presente en las actuaciones, pues no en vano en todas ellas intervino Hernán Ruiz II. En los tres casos, el arquitecto supo aprovechar la oportunidad que se le brindaba para dotar de una nueva fisonomía a los espacios sobre los que intervenía. En sus planteamientos pudo haber un eco de las recomendaciones vitruvianas que tan bien conocía, pero desde luego nunca la pretensión de llevarlas a la práctica hasta en sus últimas consecuencias. No obstante, la propia renovación de los edificios públicos, hitos singulares del caserío, y el interés por levantarlos en los bordes de una plaza, vienen a coincidir con los postulados de Vitruvio. (Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del Arte, t. 6, 1993, págs. 193-208. Comodidad y plaza pública según Vitruvio. Tres ejemplos sevillanos. ALFREDO J. MORALES)