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  Historia de Zufre
 

Historia de Zufre

       Los orígenes de Zufre como población hay que situarlos en tiempos de los romanos. Los visigodos pasaron sin pena ni gloria por una villa que acabaría siendo reutilizada por los moros llegados a la península en el s. VIII. Al igual que los romanos, los árabes supieron explotar tanto la faceta agrícola como la defensiva , de esta población. En 1246 el paladín Pelay Correa tomó, por orden de Fernando III , la alquería mora, y fundó la ermita de Nuestra Señora del Puerto, patrona de Zufre. A partir de esas fechas Zufre corrió la misma suerte que el resto de los territorios peninsulares bajo el poder castellano.



Zufre: imagen general del pueblo, con el campanario en la esquina superior derecha. Vista tomada desde La Ladera.
         Su denominación procede del árabe Sufre o Sutefie, que significa tributo. Este origen árabe lo encontramos en el trazado de sus calles, estrechas y sinuosas.

         Tras la reconquista cristiana se constituyó en alquería de Tejada, junto con Paterna y Escacena. En el s. XIII ocupó una de las dos vicarías creadas tras la restauración de la Diócesis de Sevilla.

         Durante la Baja Edad Media, Zufre se consolida como villa y se "encastilla" ante el bandidaje y las frecuentes incursiones de pillaje de los portugueses. La población dispersa de los campos se reúne junto a las murallas del núcleo principal y su inexpugnable fortaleza, buscando la seguridad para vidas y haciendas.

         En el siglo XV son constantes los pleitos entre Zufre y Aracena por la jurisdicción sobre Higuera de la Sierra, localidad que se hallaba dividida en dos barrios, perteneciendo el de abajo a Zufre con las casas del Rincón. En 1553 Higuera obtuvo la exención y el villazgo.

         En el siglo XIX, se dan varias situaciones adversas para la vida municipal, como son la guerra de la Independencia en los años 1808-13, y las desamortizaciones. 


Zufre: imagen general del pueblo tomada a mediados del S. XX. Si se compara con la imagen anterior, la fisonomía del pueblo no ha sufrido cambios importantes, salvo por la presencia de antenas de TV.

    
Desde épocas remotas los bosques y prados de Zufre fueron recorridos por hombres que encontraron cobijo y medio de subsistencia. Durante el Neolítico anduvieron por las inmediaciones del casco urbano y en la Rivera del Jarrama. A la Edad del Bronce, II milenio a. C., pertenece el yacimiento de Trastejón, donde se han hallado escoriales, cuchillos y puntas de metal. Se trata de un poblado cuya economía agroganadera se orientó hacia la actividad minera a partir del 1.200 a. C. Además, en la Plaza Quebrada, bajo una casa apareció un enterramiento individual con un cuerpo en posición fetal, junto a su ajuar que constaba de un puñal de lengüeta larga y estrecha, un brazal de arquero y un ónfalo o cuenco carenado.

En el siglo I d. C., la vía romana Esauri Pax Iulia, que enlazaba Hispalis con Emérita, cruzaba las tierras de Zufre, transcurriendo próxima a la Rivera del Uerba. Con ella llegó la civilización romana, que desarrolló el comercio y las actividades mineras y agropecuarias. Quedan de esta época escoriales junto a tres pocillos romanos en la Sierra Vicaría, un ara funeraria, una estatuilla de piedra y dos capiteles tardorromanos que se conservan en su iglesia como pilas de agua bendita. Los principales yacimientos están en la finca Monte Acosta, posible villa rústica tardorromana, los parajes del Herrumbroso, valle Fernando y la necrópolis de la Zarzuela.
Tras el periodo oscuro que sucede a la caída de la civilización romana en el siglo V, y que es prácticamente desconocido salvo por el hallazgo de un capitel visigodo conservado en la ermita de Santa Zita, el siglo VIII conoce la llegada de los musulmanes. Precisamente el topónimo proviene del árabe «Xufre», término que ya aparece en un sello concejil del siglo XV, y que significa tributo. Por su importancia como vía de acceso hacia la ciudad de Sevilla desde la Sierra y Portugal, fue cimentando el núcleo sobre una elevada loma, que, a su vez, se fortificó con una gruesa muralla dotada de torreones. Este «Nido de águilas», desde el que se domina el valle de la Rivera de Uerba, que constituía en esta época en uno de los principales núcleos defensivos y de poblamiento de la Sierra.
A principios del XIII, el caudillo musulmán Abenmafol se hizo fuerte en estas tierras, combatiendo la amenaza portuguesa, que a través de la Orden del Hospital de San Juan, entre los años 1230-33, habían ocupada Aracena, llegando hasta Higuera. De otra parte, Castilla ansiaba tener el control de la zona para evitar que los ejecitos lusos se aproximasen peligrosamente hacia la ciudad de Sevilla. Con doble objetivo, acabar con el poder musulmán y frenar la expansión portuguesa, intervino el rey castellano Fernando III el Santo, delegando su poder a Pelay Correa. Tras la batalla de Tentudía, se derrotó las huestes musulmanas, conquistándose la baja Extremadura y estas tierras. Agradecido por la victoria sobe el «infiel», Pelay Correa fundó la ermita de Nuestra Señora del Puerto , actual patrona de los zufreños.
El 6 de diciembre de 1253, Alfonso X concedió al Concejo de Sevilla todas las tierras conquistadas al este del Guadiana, incluidas las de Zufre, que figura con mención expresa como lugar dependiente de Tejada. Igualmente, se inicia la repoblación castellano-leonesa. En 1257-59 «se tiene por cierto que Alfonso X, además de conceder a «Xufre» el privilegio de villazgo, le otorgó la facultad de usar armas reales, (…) Su hijo Sancho IV confirmarían también tales privilegios». Además, se constituye la Vicaría de Zufre, a la que pertenecen los lugares de Santa Olalla, El Real de la Jara, Cala, Almadén de la Plata y Castillo de las Guardas.
La sublevación mudéjar de 1264 provocó la expulsión de estos, generando la necesidad de un nuevo poblamiento. De esta forma, 1291, Sancho IV envía pobladores para sus tierras realengas. Ahora son cristianos viejos procedentes de Galicia y León. De sus raíces se conservan gallegismos como «La Almuiña», huerta o granja de árboles frutales, cerradas sobre sí; «Moncejón», procedente de la «moncexón», para designar el sitio donde se espiga después de la siega. De origen leonés tenemos «las Cortecillas», derivado de «corte», centro de explotación agrícola que reunía en su seno varias casas.
Preocupado por la consolidación del dominio de Castilla sobre la soberanía onubense, aquel rey ordenó en 1293 al Consejo de Sevilla la edificación de una serie de fortalezas. Pero entre estas no figura el castillo de Zufre, pues, siguiendo a Morales Martínez (1976), éste devió de se de época anterior. Las primeras referencias documentales del mismo corresponden a los años 1386-87 en que se invirtieron 2.517 maravedíes en al, ladrillos y pago de las obras necesarias para el reforzamiento del baluarte. Esta fortaleza, hoy desaparecida, constituyó, asociada al castillo de Santa Olalla, un importante sistema defensivo que encaraba la penetración lusa hacia Sevilla, a través de Extremadura.
Durante la Baja Edad Media, Zufre se consolida como villa y se «encastilla» ante el bandidaje y las frecuentes incursiones de pillaje de los portugueses. La población dispersa de los campos se reúne junto a las murallas del núcleo principal y su inexpugnable fortaleza, buscando la seguridad para sus vidas y haciendas.
En el siglo XV sin constantes los pleitos entre Zufre y Aracena por la jurisdicción sobre Higuera de la Sierra, localidad que se hallaba dividida en dos barrios, perteneciendo el de abajo a Zufre con las casas del Rincón. En 1553 Higuera obtuvo la exención de villazgo, quedando los vecinos de esta nueva villa comuneros en todos los pastos y aprovechamientos con los vecinos de Zufre.


Vista general de Zufre. Foto facilitada por Antonio González de los Reyes.
Según el censo de Méndez de Silva en 1541, Zufre poseía una población de 146 «vecinos» pecheros, 46 viudas, 18 menores y 16 pobres, que se verá incrementada hasta los 360 «vecinos» en 1591. Pero la siguiente centuria será crítica debido a las malas cosechas, epidemias y hambrunas, a las que se suman las guerras con Portugal entre 1640-68. La población desciende a los 200 «vecinos» en 1646 y hasta los 192 2n 1693. Digna de su mención por estas fechas fue labor del Hospital de San Miguel, que se encargaba de socorrer a los muchos pobres y transeúntes.
A diferencia de la tendencia alcista generalizada para el conjunto del Estado, el siglo XVIII es para Zufre una etapa de atonía y decaimiento, reduciéndose su población desde los 154 «vecinos» de 1752 a los 132 de 1787. La villa se vio muy afectada por el terremoto de Lisboa de 1755, que causó grave daños en los edificios. En este sentido, en 1756 Tomás Zambrano, maestro mayor de obras del Arzobispado, «reconoció que se necesitaba derribar en campanario de pronto por estar muy quebrantado y el segundo cuerpo fuera de su lugar por lo que esta amenazando ruina».
A través del Catastro de Ensenada de 1752, podemos ver cuáles eran los usos de la superficies; posee 23.593 fanegas, 12.135 de las mismas ocupadas con sembraduras mediante el sistema de rozas; las huertas se extienden por 38 fanegas; los baldíos representan 5.900; y las dehesas 5.520. La ganadería era la actividad económica más relevante, destacando la cabaña caprina con 3.254 cabezas, el porcino con 549 y el vacuno con 287. Además, por Zufre discurría el «cordel de Uerbas» como camino de trashumancia que unía las tierras extremeñas con las serranías de Sevilla y Huelva. Dicho cordel pasaba por su calle larga donde aún se conserva uno de los pilares-abrevaderos que atestiguan dicha presencia.
La importancia que tenía la actividad ganadera se reflejó en la Feria de Septiembre, hoy mera manifestación festiva. Entonces era importante mercado de ganado que tenía lugar junto a los corralones de piedras colindantes con el abrevadero del Ejido Chico. En aquellas operaciones comerciales participaban tratantes locales que, en años normales, llegaban a negociar una suma de 30.000 reales.
Los aprovechamientos comunales eran la base de la economía. Por ello, el Cabildo vigila con celo su preservación cuando Zufre e Higuera de la Sierra, lugares de realengo pertenecientes al Concejo de Sevilla, pleitearon con Aracena en 1752 acerca de la pretensión de ésta de aprovechar sus pastos comunitarias. «Faltos de medios para pleitear, acuden a Sevilla y a su Concejo suplicándoles rendidamente que se sirva de mirar por éstos sus pobre vecinos con su acostumbrada piedad».
En el siglo XIX, se dan varias situaciones adversas para la vida municipal, como son la guerra de la Independencia, en los años 1808-13, y als desamortizaciones. La primera, la desamortización eclesiástica de Mendizábal en 1835, supuso la ruina de ermitas y fundaciones pías. Concretamente, las de Ntra. Sra. Del Puerto, Ntra. Sra. del Prado, Sta. Zita y los hospitales de San Sebastián y San Miguel perdieron sus bienes patrimoniales. Estos edificios se abandonan y deterioran, salvo las dos primeras ermitas que se mantienen como sedes de importantes romerías. La desamortización civil de Madoz, 1851, causó la pérdida de un amplio patrimonio municipal al ser vendidas las Dehesas Comunales y los Montes Propios, con cuyos ingresos se mantenían al cabildo.
Sin embargo, factores como el descenso de la mortalidad la explotación de nuevas tierras, y el aumento de las producciones, posibilitaron un crecimiento demográfico ininterrumpido. De los 544 habitantes de 1787 se pasa a los 714 de 1875. Coincidiendo con la expansión de la actividad minera en la comarca, Zufre llegó a los 2.448 habitantes en 1900.
Los inicios del siglo XX son esperanzadores. Junto a una mejora de las actividades productivas, el ferrocarril vino a romper el aislamiento tradicional de estas sierra. La construcción de la vía minera Cala-San Juan de Aznalfarache atraviesa Zufre. En su término, se habilitaron tres estaciones, Cañaveral, Zufre y La Junta, en las que se realizan los embarques de mercancías y pasajeros. Pasados aquellos años de bonanza, la emigración, el despoblamiento y el olvido castigaron a una tierra que hoy los zufreños pretenden recuperar como suya, crecer y morir en ella, luchando por el progreso.


 

 
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