Las múas eran unos recintos de unos cuarenta metros cuadrados que cobijaban 40 ó 50 colmenas de corcho para la producción de miel.
La múa se situaba siempre en la solana de la finca y estaba protegida por una pared de piedra en derredor que la protegía de la entrada del ganado. Cada finca disponía de al menos una.
Los panales de abejas también solían encontrarse en las hoquedades de las encinas y en las cuevas de las "fragas".
Antes, los enemigos naturales más peligrosos de las abejas eran el tejón, el lagarto y el ave conocida como "la solitaria".
Con el paso del tiempo, y a medida que fueron mejorando las condiciones de vida del hombre del campo, éste fue marginando la actividad colmenera.
Las entrañables y viejas colmenas de corcho fueron sustituidas poco a poco por centenares de cajas con marcos en el interior para facilitar el trabajo de las abejas.
A finales del S XX, las plagas provocados por los ácaros exterminaron casi en su totalidad las colmenas salvajes. Se trata de un paso más, como tantos otros en el mismo sentido, a la domesticación y destrucción del entorno natural.
La presencia de los enjambres en las cuevas de las peñas o en los huecos de las encinas, el olor dulzón del panal y la miel corriendo entre las rocas forman ya parte del pasado.
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