El Régimen.
Aquella tarde de agosto, a las nueve de la noche, el boticario subió al atril de los soportales de los juzgados en la Plaza de la Libertad de Zufre, léase Plaza de la Iglesia, para dar el discurso de bienvenida al nuevo régimen. El aforo estaba a reventar –cualquiera faltaba-. El jefe local de la Falange se acomodó, aclaró varias veces su voz y comenzó vacilante –tanta gente allí abajo debía impresionar-:
“Queridos vecinos: Zufre... ¡ejem!, nuestro queridísimo pueblo ha sido rescatado. ¡Por fin! ¡Por fin! Rebrinca en el espíritu la pura emoción moclina con alegría cantarina y tumultuosa de regato de agua clara, despeñándose entre nuestros limpios canchales serranos. Son tantos los sentimientos que nos solicitan y son tales las explosiones jubilosas que nos reclaman, que mi voz vacila ante este gozo exultante, generoso, abnegado, que nos inunda y nos desborda.”
Aplausos. Comenzó la Gestora, secundaron falangistas y militares. Al punto, como si hubiera recibido una señal, el pueblo llano. El boticario agradeció el gesto; se le notaba más seguro; ahora sí, ya estaba preparado para sacar lo mejor de su repertorio:
“Las fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil, que se han atribuido la difícil misión de salvar a España sin regatear sacrificio, esfuerzo ni heroísmo, han salvado esta mañana a Zufre del terror marxista al que ha estado sometido. Se terminó la tremenda aflicción; acabó la lacerante monstruosidad; huyó el macabro coro de fantasmas que sojuzgaban al país para entregarlo a otro de una raza inferior”.
“Surgió el espíritu nacional, ese nervio de hispanidad no desdeñado, desconocido por estas gentes subalternas, contratistas y empresarios de apetitos inconfesables y de malos instintos y perversas pasiones”.
Más aplausos, más arenga y nuevas loas; así durante una hora. El pueblo llano, semianalfabeto, no se enteraba de nada; había ido allí por miedo. Difícilmente, el boticario iba a encontrar un público tan entregado.
"La rebelión, pues, era para España un derecho, si quería salvarse y salvar su patrimonio histórico, su honor y su vida civilizada. Derecho que constituía un deber. Pues bien, en España el comunismo no podía ya ser vencido, después de su ilegal asalto al poder, si no es con la razón de las armas, puesto que había reducido fieramente a silencio forzoso las armas de la razón, y había secuestrado los derechos de la más elemental libertad.
"Tengo vivísimos deseos de felicitar al General Franco; pero estoy a muchos kilómetros, y tampoco está él ahora para recibir visitas. Él sabe bien lo mucho que lo quiero y admiro, y que siempre creí que él sería el salvador de España. Tengo fe ciega en él, hombre deparado por Dios para la salvación de España”.
Los congregados no eran conscientes; pero aquellas proclamas, que se repetirían todas las tardes-noches, eran los cimientos ideológicos de un nuevo régimen en Zufre, que había venido el 14 de agosto para quedarse. Cuando finalizaban las invectivas del jefe de la Falange, el público se ponía en pie, con el brazo en alto a la manera fascista para cantar el Cara al Sol:
Cara al sol con la camisa nueva
que tú bordaste en rojo ayer,
me hallará la muerte si me lleva
y no te vuelvo a ver.
Formaré junto a mis compañeros
que hacen guardia sobre los luceros,
impasible el ademán,
y están presentes en nuestro afán.
Si te dicen que caí,
me fui al puesto que tengo allí.
Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz
y traerán prendidas cinco rosas:
las flechas de mi haz.
Volverá a reír la primavera,
que por cielo, tierra y mar se espera.
Arriba escuadras a vencer
que en España empieza a amanecer.
Al finalizar, el boticario gritaba "¡España!" tres veces y, cada una de las ocasiones, el público contestaba sucesivamente: "¡Una!", "¡Grande!" y "¡Libre!". De seguida, gritaba: "¡Arriba España!", y la concurrencia respondía: "¡Arriba!". Todas las tardes igual. El final de la guerra no trajo la paz, sino la victoria. El régimen que comenzó el 14 de agosto de 1936, con la ocupación violenta e ilegítima de los cargos por parte del ala más dura e intransigente del falangismo, logró mantenerse en el poder durante la friolera de 40 años. ¡Qué tortura para los familiares de los fusilados!, que vieron a los asesinos pasear sin pudor por la calle. ¿Dónde podían clamar justicia? ¿Al sistema legal que les había robado sus bienes? Los familiares de los presos y de los asesinados se vieron arrastrados a suplicar ayuda a unas instituciones copadas por los próceres de la Falange. Viudas que se dieron de cara en los despachos con los asesinos de sus maridos. ¡Qué espanto! Estremece pensar que la justicia y las administraciones local y nacional estuvieran todo ese tiempo en manos de personas con esa catadura moral. Aunque la guerra se mantuvo entre 1936 y 1939, nadie dudaba de la victoria de los rebeldes, apoyados por los fascistas italianos y alemanes. El golpe militar en Zufre se había consolidado a la estela de un plan atroz de asesinatos, torturas, violaciones, encarcelaciones, saqueos, expolios y vejaciones públicas. Se trataba ahora de recoger la cosecha del terror, permanecer en el poder y pasar página. “Todos contentos, ¡eh! Aquí no ha pasado nada. ¡A olvidar! ¡A olvidar! Son las cosas de la guerra”, era la consigna oficial. “Y no se hable más del asunto. Tengan en cuenta que muchos de ustedes arrastran el estigma de ser familiares de presos, de huidos o de fusilados. Algo habrían hecho, ¿no? No querrán que se siga investigando...”
Los empleados municipales del primer semestre del 36 fueron despedidos, encarcelados o asesinados. A partir de entonces, cualquier puesto público de trabajo debía contar con el visto bueno de la Falange y de la Iglesia. Verbigracia, los que entraron en nómina en la segunda quincena del 36 en el Ayuntamiento de Zufre eran personas de “conducta intachable”:
- - Vicente Arcos Palacios, secretario del Ayuntamiento. Su predecesor, Cayetano Sánchez Labrador, había sido fusilado.
- - Lázaro Hato Meca, ordenanza de la Secretaría del Ayuntamiento, por separación definitiva del servicio de José María Carrasco.
- - Francisco Sánchez Santos, encargado del reloj público.
- - Aurelio Escobar García, portero del Ayuntamiento.
Los trabajos en el Cabildo, en la Administración, en las escuelas públicas, en las empresas estatales -Correos, Telefónica, RENFE-, en la Guardia Civil, en la sanidad... se otorgaban a los camaradas o a los afectos al régimen. Lo mismo pasaba con las becas, las subvenciones y los contratos.
¿Quién dirigió la Administración local en los siguientes cuarenta años? Ídem de ídem:
Primera Comisión Gestora Golpista en Zufre
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(14.08.36 – 09.01.37)
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Autoridades
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Cargo
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José Luis Hidalgo Rincón
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Alcalde Presidente
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José Antonio Castillo Hidalgo
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Primer Teniente de Alcalde
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Felipe Sánchez Lobo
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Segundo Teniente de Alcalde
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León Sánchez Colorado
José Bejarano Domínguez
Luis Romero Navarro
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Segunda Comisión Gestora Golpista en Zufre
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(09.01.37-01.04.39)
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Gregorio Labrador Garzón
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Diego Meca Domínguez
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Julián Vázquez Santos
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Tercer Gestor de la Dictadura en Zufre
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(01.04.39-19.06.39)
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Víctor Macías Bejarano, el boticario, jefe de la Falange en Zufre
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Cuartor Gestor de la Dictadura en Zufre
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(19.06.39-02.03.40)
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José Juan Duque y Duque
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Quinto Gestor de la Dictadura en Zufre
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(02.03.40-10.01.57)
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Andrés Pascual López
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Sexto Gestor de la Dictadura en Zufre
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(10.01.57-16.07.57)
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Diego Meca Domínguez
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Séptimo Gestor de la Dictadura en Zufre
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(16.07.57-25.09.59)
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Joaquín Duque Duque
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Octavo Gestor de la Dictadura en Zufre
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(25.09.59-25.01.73)
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Tomás Álvarez Colorado
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Noveno Gestor de la Dictadura en Zufre
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(25.01.73-19.04.79)
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Manuel Duque Barros
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Entre agosto del 36 y abril del 79, nueve personas administraron la Dictadura en el municipio. Los cargos eran designados por el gobernador provincial de Huelva, que, “ante los crucifijos y los evangelios, les toma el oportuno juramento: “Juro servir fielmente a España, guardar lealtad al Jefe del Estado, defender y fomentar los intereses del municipio, mantener su competencia y ajustar mi conducta a la dignidad del cargo”. Contestándole el gobernador: “Si así lo haces, Dios, España y la Falange os lo premien, y, si no, os lo demanden”.
Llevados por ese apotegma, el 12 de julio de 1966, durante el mandato de Álvarez Colorado, se designa al general golpista Franco alcalde perpetuo de la villa, a una semana de cumplirse el XXX aniversario del “Glorioso Movimiento Nacional”. El Caudillo sintetizaba –según el pleno de la gestora- “las virtudes personales y políticas más ejemplares de la Historia Patria”. Estremece pensarlo.
Hasta el 19 de abril de 1979, la villa no recupera la democracia, con la elección del alcalde socialista Jerónimo Díaz Manzano.