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  Inaccion municipal
 
               “Quien no sabe de abuelo, no sabe de bueno”
(Carta abierta al alcalde de Zufre, 21 de marzo de 2010)
 
        No pudo por menos que sorprenderme la respuesta del plenario a mi solicitud de recuperar la memoria histórica en Zufre, por cuanto distaba un abismo de las conversaciones mantenidas con usted hasta entonces -días de mucho, vísperas de nada-.  En primer lugar, no es cierto que existieran investigaciones sobre la recuperación de la memoria histórica en Zufre por parte suya, que sólo comenzaron cuando yo le expuse la necesidad de levantar la losa de silencio en torno a los crímenes perpetrados en la villa so pretexto del llamado “Glorioso Movimiento Nacional”, resarcir el buen nombre de las víctimas y documentar a sus centenares de familiares y, por ende a los moclinos, de las circunstancias que llevaron a aquellas horrendas ejecuciones. Al punto, usted me manifestó que no había peculio para monumentos, recuerdos ni homenajes y yo le sugerí que recurriese a las subvenciones previstas en la Ley de Memoria Histórica.
        En conversaciones ulteriores, sacó a colación un fondo de unos cinco mil euros, que yo entendí procedía de las antedichas. Le sugerí que dedicase ese presupuesto a lo prioritario, al monumento, que si algo sobraba se podría destinar a la impresión de una investigación propia y altruista sobre aquellos hechos. Cual no sería mi sorpresa cuando un miembro del Foro por la Memoria de Huelva me informa que está realizando trabajos de investigación sobre la represión en Zufre a cuenta de ese dinero, un estudio innecesario por cuanto ya estaba concluido por mi parte y lo ponía a su disposición de forma totalmente gratuita.
“No hay peor sordo que el que no quiere oír”. Sólo me cabe pensar que usted prefería dilapidar ese dinero antes que ver una referencia en la villa dedicada a las víctimas. Luego de aquello, observo cómo se remozan con pulcritud plazas de próceres del viejo régimen como Andrés Pascual o Joaquín Duque. ¿No quedamos en que no había dinero? “Gran poder tiene el amor, pero el dinero mayor”.
           ¿Qué llevó a los siete miembros presentes del Pleno a desestimar mis reivindicaciones? Parafraseo: “Se considera que el señor Velázquez no actúa con objetividad, y realiza un planteamiento con mucha crudeza y radicalidad”. Quis custódiet ipsos custodes, ¿quién custodia a los propios custodios? Entiendo que su ignorancia le lleve a atrevimiento tal, por cuanto no es usted del pueblo. En buena lógica, desconoce lo que aquí acaeció y, a lo que se ve, tampoco se ha molestado en documentarse. Más preocupante resulta la susodicha en el resto del plenario, toda vez que ellos sí son del pueblo, antes bien optaron por la ignorancia. Como muestra un botón: “No es correcto retirar las estatuas de Franco del viario: forman parte de la historia de España”; “No son tiempos de homenajes”, son algunas de las perlas extraídas de conversaciones informales con dos concejales de su formación. ¿Cuando fue tiempo de homenajes? ¿Nunca? Partiendo de apotegmas de índole tal, no resulta extraño que se escandalicen cuando oyen hablar de crímenes, violaciones o escarnio público. Son el mejor ejemplo de uno de los grandes éxitos de la propaganda maniquea franquista, que fijó con sangre en la sociedad el miedo y el terror, sentimiento que perduró durante todo el antiguo régimen también en las personas que no habían sido afectadas por la represión. Contrista comprobar que aún perdura en Zufre, transcurridos treinta años de democracia. Los franquistas pretendían –y consiguieron- el exterminio de la memoria y de la historia.
           Ni en política ni en la vida merece la pena estar por estar: cuando menos lo espere, devendrá una mal y emprenderá el final del viaje. ¿Le merecerá la pena haber vivido? ¿No se culpará entonces de no haber obrado conforme a sus principios?, ¿de haberse transformado en todo aquello que odiaba de joven?, ¿de su inacción? Visto lo visto, no deja de sorprenderme que decidieran anular el acuerdo plenario adoptado en los sesenta del nombramiento a perpetuidad como alcalde honorario de la villa de Francisco Franco Bahamonde –circunstancia que yo les advertí y no sus supuestas investigaciones-. Lo hicieron antes otras corporaciones, se dejaron llevar por la inercia; sus familiares están lejos, no les pedirán cuentas, ¿verdad? No así con la gente del pueblo. No sé qué me llevó a pensar que usted era diferente, quizá el partido político que representa, toda vez que fueron muchos los socialistas y ugetistas asesinados. Mas su actitud difiere poco de la del alcalde de Higuera, con inquietudes políticas aparentemente opuestas; antes bien, poco dado asimismo a homenajes e invocaciones. ¡Qué decepción!
           Los pueblos que renuncian a su historia desisten de su identidad, a más de correr el riesgo de repetir los oprobios a fuer de olvidar su pasado. Constituyen el caldo de cultivo apropiado para los que prefieren negar la mayor y propiciar el revisionismo histórico. Evitar esto es, cuando menos, el fin último de las remembranzas. ¡Lo mejor del olvido es el recuerdo! En agosto de 1936, un alcalde de insólito apellido, un tal Mallofret, ocupaba la alcaldía, lo sacaron de su casa y lo asesinaron en la tapia del cementerio -nulli certa domus, nadie tiene un hogar seguro-. Como a él, al resto del Consistorio, a los sindicalistas, a los empleados municipales… Así hasta un centenar de vecinos. Extraídos de entre los suyos, de entre sus padres, esposas e hijos. Toda la crudeza con la que yo le exponga estos hechos no alcanzará nunca jamás a reflejar el dolor de la familia. ¡Así no se repita jamás! No obstante, suponga que algún día un grupo de sublevados subvirtiere el orden democrático, expugnare los consistorios e hiciere desaparecer a los ediles de la izquierda política, en especial a los de ascendencia catalana, ¿se imagina? Ojalá no pase. ¡Dios nos asista! Empero, ¡póngase en el lugar! No es difícil: usted se llama Juan Prat Agramont, del PSOE; su predecesor, setenta y pico años ha, Luis Sánchez Mallofret, de Unión Republicana. Estoy convencido que agradecería entonces que alguien indagara en el pasado y expusiera los hechos en su mínima acritud. Si vis pacem, para iustitiam, si quieres la paz, prepara la justicia.


       Antecedentes:
 

 A/A EXCMO ALCALDE DE ZUFRE.
DE DIEGO A. VELÁZQUEZ MALLOFRET
 
ASUNTO: HOMENAJE A LOS ZUFREÑOS INOCENTES ASESINADOS EN EL 36.
 
De acuerdo con la reunión mantenida el pasado miércoles, 6 de mayo, le resumo las reivindicaciones mínimas que, desde mi punto de vista, serían necesarias para abordar con justicia la rehabilitación de las víctimas:
 
1.- Monumento a los asesinados con sus nombres y apellidos en la Plaza de la Quebrada. Se trata de ubicar el monumento en uno de los centros neurálgicos de la villa para que no pase desapercibido. Se persigue que no sea algo impersonal, para que así las actuales generaciones tengan constancia de la masacre que las fuerzas sublevadas practicaron contra demócratas y sindicalistas, defensores de un Gobierno legal.
 
                2.- Nombramiento de las víctimas como hijos predilectos de la villa, ya que fueron exponentes de la democracia y de un modelo social de libertad.
 
                3. Eliminación de los vestigios del franquismo en la villa:
 
3.1. El 12 de julio de 1966, se reunió el pleno de la Corporación Municipal de Zufre de forma extraordinaria y con un único punto en el orden del día para nombrar por aclamación alcalde honorario a perpetuidad de este Ayuntamiento a Francisco Franco Bahamonde “como muestra inequívoca del más vivo y popular sentimiento de adhesión, reconocimiento y devoción a su persona y a su obra en el XXX Aniversario del Glorioso Movimiento Nacional”. Es una ofensa para la localidad seguir manteniendo el simbolismo de este cargo en un criminal de guerra, por lo que urge una nueva reunión del pleno para revocar este nombramiento
 
3.2. Supresión del nombre de Andrés Pascual del rótulo del “Paseo de los Alcaldes José Navarro y Andrés Pascual”, que muy bien podría llamarse sencillamente “Paseo del Alcalde José Navarro” o “Paseo de los Alcaldes José Navarro y Luis Sánchez”, en honor a los dos últimos alcaldes republicanos de Zufre, inocentes fusilados por criminales de guerra falangistas. Los méritos de Andrés Pascual López consistieron en ser el representante en Zufre de una dictadura militar sangrienta, jefe local del Movimiento y de la Falange. Desempeñó el cargo de alcalde de forma ilegítima entre 1940 y 1957, hasta su muerte natural el diez de enero de ese año, con 54 años de edad. No creo que una persona con esa hoja de servicios deba permanecer en la memoria de los zufreños.
 
                4. Impresión y difusión entre los zufreños de los escritos que estoy ultimando sobre la ocupación del pueblo por las tropas rebeldes, el derrocamiento del Gobierno municipal legal y la matanza masiva de inocentes. Un documento que requiere una redacción documentada, altruista, objetiva y hecha con la sensibilidad y la naturalidad necesaria por una persona a la que privaron de conocer a su abuelo porque lo sacaron de su casa y lo tirotearon con apenas 31 años, dejando cuatro hijos y una viuda a la que el dolor le provocó la pérdida de otro retoño durante la gestación.
 
                      Zufre, 11 de mayo de 2009

 Diego A. Velázquez Mallofret  
 





A/A PLENO DEL AYUNTAMIENTO DE HIGUERA DE LA SIERRA.
DE DIEGO ANTONIO VELÁZQUEZ MALLOFRET.
 
ASUNTO: HOMENAJE A LOS 21 ZUFREÑOS ASESINADOS EN 1937.
 
         El pasado cuatro de noviembre, se cumplieron 72 años del fusilamiento en Higuera de los siguientes moclinos:
 
1.     Teodora Garzón Núñez, de 46 años, hermana de María la ermitaña.
2.    Remedios Gil Cortés, de 58 años, abuela de Aniceto.
3.    Modesta Huerta Santos, de 30 años, hermana de la madre de María la de Rufina.
4.    Josefa Labrador Ardillo (o Arroyo), de 40 años.
5.    Elena Ramos Navarro, 55, madre de Rosenda.
6.    Bernabela Rodríguez Ruiz, 39
7.    Dominica Rodríguez Ruiz, 42 (hermana de la anterior).
8.    Felipa Rufo Alcaide, 40, mujer del Saba.
9.    Amadora Sánchez González, 53.
10.Mariana Sánchez Vázquez, 51, ávida lectora, abuela de Carolina
11. Antonia Blanca Prieto, 51 años.
12.Encarnación Méndez Díaz, 56, abuela de Encarna.
13.Faustina Ventura Sánchez, 62
14.Amadora Domínguez Labrador, la mujer de León, 48 años.
15.Carlota Garzón Muñoz, 47, (o Núñez), madre de La Tanga.
16.Alejandra Garzón Acemel, 62 (madre de María del Puerto)
17.Marcelo Brito Cortés, 55, campo.
18.Francisco Cerca Rodríguez, 42, líder sindical de UGT.
19.José Mallofret Domínguez, 39, líder de Unión Republicana.
20.Manuel Muñoz Navarro, 71, jornalero.
21.Manuel Suárez Durán, propietario, el único de filiación conservadora.
 
Pocos testigos quedan de aquella dramática escena; pero a los pocos que permanecen con vida aún se les eriza el vello cuando rememoran aquella tarde: “A las siete de la tarde, paró un camión cargado de mujeres en el llano situado frente al bar”, recuerda una vecina. “Llevaban una de Padre y muy Señor mío, un griterío estremecedor. Les dijeron que bajaran y enfilasen por la callecita que da al cementerio. Era un trayecto muy corto, puede que algunas no supieran a dónde iba a dar esa calle, pero otras sí debían saberlo. ¡En fila por ahí!, decían los militares. Los gritos de aquellas desdichadas se escuchaban en todo el pueblo. Ponían la carne de gallina. La gente de Higuera estaba aterrorizada. Las que no querían bajar del camión las sacaban a rastras, a golpe de culatazo y bayoneta. Puede que algunas llegaran hasta heridas de muerte. Enseguida se produjo la descarga. Las fusilaron en la puerta del cementerio. La vieja cancela de hierro, centenares de veces repintada, todavía conserva las deformaciones en sus barrotes provocadas por el impacto de las balas. Las enterraron en una fosa muy profunda que había abierta, donde ya habían echado los cuerpos de otros fusilados. Los enterraban por capas. Arrojaban tierra encima de los últimos cuerpos y volvían a depositar nuevos cadáveres. A la entrada del cementerio, hay una lápida en memoria de los guardias civiles que perdieron la vida en el asalto al cuartel por parte de los milicianos. En la fosa de estas mujeres, no hay nada que las recuerde.”
Un segundo camión, con unos veinte presos de Zufre, salió a los tres o cuatro días de que lo hiciera el primero rumbo a Higuera. Vicente “Pararrayos” formaba tándem con Mendoza: iban atados de la mano, la que tenían libre la usaban para coger la ropa. El hijo del “Calero”, el hermano de Estebitan “el Cojo”, Manolo Cánovas, Emilio Cauca, Basilio el Pompo, Bernabel, Serafín, Antonio Garabato y Felipe Montero Ramírez, entre otros, iban allí. El transporte llevaba la ametralladora montada, lista para ser usada. Ya sea por la repugnancia que estos asesinatos causaron en los simpatizantes del régimen franquista de Higuera o por el hecho cierto de que estos zufreños habían llenado los últimos sepulcros libres del camposanto, otro camión lleno de víctimas inocentes no pudo ser descargado unos días después y, por azar del destino, acabaron eludiendo la muerte. El jefe local de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, Rafael Girón María dijo: “El que quisiera fusilarlos, que lo haga en su pueblo”. Se llevaron a los detenidos a Aracena, después a Huelva, desde donde los repartieron a diferentes campos de trabajo.
Entre las personas asesinadas en el primer camión se encuentra mi tío abuelo, José Mallofret Domínguez, juez municipal de Zufre en 1932 y dirigente de Unión Republicana en 1936, sometido a la farsa de un Consejo de Guerra Sumarísimo y de Urgencia.
En 1936, hubo quienes creyeron que fusilando a las personas sepultaban a las ideas; pero en las fosas surgieron vigorosos retoños que se transformaron en árboles egregios de palabras a cuya sombra se cobijaron los recuerdos. El motivo de esta carta es solicitar al pleno municipal que tome en consideración la posibilidad de rendir algún tipo de homenaje a estas víctimas y hacer constar en una placa conmemorativa aquella tragedia.
Parafraseando al psiquiatra Carlos Castilla del Pino, la exigencia del derecho a la memoria se convierte en un problema moral para los que sobreviven. Cuando hablamos de la recuperación de la memoria histórica, un apartado fundamental de la misma es la constancia -¡cuando menos!- de los nombres y apellidos de los que vivieron el drama. No hay otra forma de subsanar, aunque en mínima parte, la oquedad dejada por aquellos a los que se hizo desaparecer, de muchos de los cuales no sabríamos siquiera que existieron. Este es el fundamento moral del recordarlos.
Aprovecho la ocasión para enviarles un cordial saludo. 
 
                      Zufre, 9 de noviembre de 2009.
 
 Diego A. Velázquez Mallofret.   
 
 
 
 


 

 
 
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